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Sentí que trataba de censurar las observaciones de mi madre en un esfuerzo por ser justa o de no difamar a los fallecidos, ya que Mamá había muerto 18 años atrás. Pollie debió odiar a Tootie tanto como Lindesay odiaba a Barney. Lo más que pude ver, cuando menos al comienzo, fue el asombroso parecido con mi madre.
En El Prominente, un suburbio situado en una parte elevada de La Paz, Bolivia, cinco hermanos de entre 6 y 14 años de edad se envuelven en abrigos y sombreros contra el aire frío de la montaña mientras que y sus padres trabajan en el pequeño taller de carpintería familiar. “Probablemente ciertos pequeños deserten, tal vez no en primaria, pero los que salieron en sexto nivel este año”, teme Hernández.
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Mismos personajes, mismo ambiente, distintas instantes de su vida. Sería un enorme fracaso ser recordado por el recuento de mis hazañas para mantenerme a flote en esta vida, y no por mis libros. Sería ingenuo meditar que todo va a mudar en el panorama de la literatura nacional en relación llegue un relevo generacional. Las generaciones literarias, además de esto, no se dividen en décadas. No obstante, tengo la impresión —tal vez la promesa— de que la narrativa de los escritores que solamente están empezando a publicar, o esos que van a publicar próximamente, se resistirá a las dicotomías y límites que la crítica ha impuesto a la literatura de estos últimos años. Pero a fin de que esto ocurra debe suceder primero un cambio en el panorama de la crítica literaria. Solo abriendo una discusión fructífera en el campo de la nueva crítica literaria podrán localizar su lugar preciso los libros de las generaciones venideras.
Tenía treinta y cuatro años, vivía en USA haciendo un trabajo como bracero y con cierta frecuencia me preguntaba qué carajos me impedía transformarme en escritor sin agotar mi energía con trabajos pesados y la monotonía adictiva de la rutina día tras día. Ciertos años después, ya en México, entendí que para lograrlo necesitaba organizar mi pasado lleno de vivencias y recuerdos angustiantes. Literatura es expresión, no manipulación de las conmuevas. Esta obra de Aline Pettersson bien podría ser la entrada “deseo” de la gran biblioteca universal de lo intangible. El día de hoy que se habla de que hemos entrado a la era “posthumana”, habría que leer este libro de Pettersson para reivindicar lo más intensamente humano. Deseo es asimismo un homenaje a las manos como la excelsa ingeniería para lograr que la piel del otro se incendie, como el más desafiante instrumento musical.
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A Physiological Guide to Mating, anunciado bajo seudónimo, Kate Townsend, en 1936. Si bien no es novela, proporciona la misma desengañada visión de las relaciones entre hombres y mujeres —o bien, otra vez, entre “pequeños” y “pequeñas”, en el charla de los novecientos treinta. Una introducción joco-seria, seudo-científica, “Eficienta tu vida cariñosa”, enseña que al temperamento lo determinan los jugos que secretan nuestras glándulas.
Y estoy convencido que la variable primordial de cualquier flujo migratorio es el tiempo. Obligar de manera apremiante a la asimilación e inclusive a la integración no posee bastante sentido.
En cuanto al resto, la preocupación sobre la identidad, patente en El Laberinto de la soledad no deja de relucir en muchas de las referencias y también imágenes de Piedra de Sol. Así, muchas imágenes y reflexiones que bullen en los más diversos escritos de Paz se rehacen de manera distintiva en Piedra de Sol y representan ahora las tensiones permanentes de su obra. Precisamente, Piedra de Sol, a diferencia de otras obras del mismo Paz, tuvo desde su aparición una acogida literaria favorable, más que nada por los muy jóvenes.
Paz, que en el momento en que muy joven asimismo fue reticente al surrealismo por causas políticas, conoció personalmente a los principales miembros del movimiento cuando vivió en París en los años 40. En fin, un libro que proyecta luz sobre un dramático episodio —el adjetivo siempre y en todo momento se queda corto— que no merece el olvido. Una reconstrucción histórica que debe y puede hacernos pensar no únicamente sobre el derecho de asilo y sus contrariedades, sino más bien sobre lo que es y queremos que sea la solidaridad internacional en el caso de ocasiones extremas de persecución e incluso de exterminio. El libro lleva a cabo con maestría lo que yo llamaría el laberinto de las definiciones administrativas y las declaraciones políticas. México estuvo abierto a recibir “refugiados o asilados políticos”, pero los perseguidos por motivos “raciales o religiosos” eran considerados inmigrantes; y los judíos que escapaban del régimen de Hitler en un principio fueron tasados como “inmigrantes no políticos” y no como “asilados”. Se podría redactar un tratado sobre de qué manera el nominalismo crea y recrea realidades que pausadamente se escinden de eso que llamamos “situación”.
En una de esas excursiones a la cava paterna, el rubio excelente llegó acompañado de una amiga. Rubia como él, hermosa como si fuera su hermana, y borracha tal y como si compartieran el mismo mensaje genético. Tenían cosas en común, de pequeños habían ido a la misma parroquia, al mismo catecismo, a los mismos ejercicios espirituales con exactamente los mismos curas, de cuyo caso no tenemos ganas acordarnos aquí.
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- Importa pues es una medida de la profesionalización de la violencia.
- Los cuentos recogidos en La risa de las azucenas repasan ciertos de sus temas favoritos, como la adicción, la pérdida y la supervivencia.
¿Cuánto de los tiempos y los métodos de sus tatarabuelos va a quedar en el espíritu de mis hijos? Pues hay algo en el fondo de la petición escrita por mi bisabuelo, que quizá en estos años de abismos y roturas puede necesitarse. Hasta ahora que van realizando su historia me pregunto si tienen que echar en falta las costumbres que nuestros pies borraron de su arena, si lo que deseé para ellos resultará lo destacado. Luego tuve hijos y ella los adoró sin regresar a rememorar cuál había sido el origen insólito de la coalición que los trajo. En la mitad del ajetro que fue mi vida a lo largo de su infancia, cuentan que resulté una mamá en sus cabales. Si bien pareciese desquiciada cuando les enseñé el mar o me abrigara el júbilo de convivir con el emancipado candor en que nacieron. Que la inocencia la irían perdiendo en trechos, igual que todos, que de la ingobernable independencia habrían de hacer su pan, porque solamente regio podíamos enseñarles, lo supe como sé de la luna y sus mapas.
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